La donación de órganos y tejidos para trasplantes tiene una gran trascendencia sanitaria, social y científica. Cuáles son los principales hitos históricos de esta notable práctica de la medicina.
El trasplante de órganos es uno de los avances terapéuticos más espectaculares de la medicina contemporánea; que permitió dar una esperanza y calidad de vida a muchas personas. Desde 1997, cada 30 de mayo, en Argentina se celebra el Día Nacional de la Donación de Órganos, en homenaje al nacimiento del hijo de la primera mujer con un trasplante hepático.
Según datos del Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante (INCUCAI), en 2021, a nivel país, 1.543 pacientes en lista de espera recibieron un trasplante de órganos de donantes fallecidos y 246 de donantes vivos, lo que representa un aumento del 40% respecto de 2020. Además, se realizaron 1.392 trasplantes de córneas, sumados a los de órganos- da un total de 3.181. Actualmente, 7.351 personas esperan un trasplante para salvar su vida.
En Argentina, se considera donante a toda persona mayor de 18 años que haya manifestado su voluntad afirmativa o que no haya dejado constancia expresa de su oposición. Aquí se explica cómo manifestar la voluntad de ser donante.
La evolución de los trasplantes
Los orígenes de este procedimiento se remontan a la cultura del hombre en historias y figuras mitológicas, pero su etapa científica comenzó a principios del siglo XX, cuando el método para irrigar los órganos injertados abrió la posibilidad técnica y quirúrgica de realizar un trasplante.
El año 1902 y el médico francés Alexis Carrel -quien obtuvo el Nobel de Medicina diez años después- marcan un hito esencial. Hasta entonces solo se habían hecho injertos de piel y pruebas con dientes, con escaso éxito, y no se había desarrollado aún una técnica que permitiera implantar un riñón o un corazón.
Carrel logró describir la técnica para ligar arterias y venas. Era el comienzo de la microcirugía y, por extensión, de los trasplantes, ya que hacía posible enlazar los vasos del donante y el receptor. El camino estaba abierto, pero con dificultades.
En 1906, el cirujano francés Mathieu Jaboulay hizo dos pruebas. En la primera, trató de implantar un riñón de cerdo en el pliegue del codo de una mujer. Pareció funcionar, pero al tercer día tuvo que retirarlo. Lo mismo ocurrió meses después, en este caso con uno de cabra.
En 1933, se probó el primer trasplante de un órgano procedente de un cadáver humano, pero tampoco resultó. Las dudas estaban en el sistema inmunitario, que rechazaba el órgano ajeno.
La respuesta llegó en 1954, cuando el equipo del cirujano estadounidense Joseph Murray practicó el primer trasplante renal entre gemelos. Las defensas del hermano que recibió el trasplante lo reconocieron como propio. Por primera vez, una intervención de este tipo tuvo éxito a largo plazo. Operaciones similares se repitieron por el mundo, aunque aún había muchas limitaciones.
La revolución de los inmunosupresores
En la década del 60 se dio un gran paso: se obtuvo el primer fármaco, la azatioprina, que dificulta la división de los linfocitos, las principales células del sistema inmune, y -de esa manera- permite reducir las propias defensas sin comprometer la vida del paciente.
Su uso posibilitó que se hicieran muchos más trasplantes de riñón, porque ya no era necesario que se practicaran entre gemelos. Pero su eficacia no era la mejor: el órgano acababa fallando y la mitad de los intervenidos moría durante el primer año. El gran avance llegó a fines de los 70 con la ciclosporina, un inmunosupresor eficaz con el que se pudo abordar casi cualquier tipo de trasplante. Luego aparecieron nuevos medicamentos y combinaciones que permitieron disminuir las dosis y los efectos secundarios.
Otro de los grandes acontecimientos tuvo lugar en 1967 en Ciudad del Cabo, Sudáfrica. El equipo del cirujano sudafricano Christiaan Barnard trasplantó el corazón de una joven -que había fallecido atropellada- a un hombre de 56 años que tenía una enfermedad cardíaca incurable. Pero, a los pocos días, una neumonía bilateral provocó su muerte.
Con la mejora de las técnicas quirúrgicas y de la inmunosupresión, las operaciones se multiplicaron: trasplante de pulmón –y de doble pulmón–, de hígado y hasta simultáneo de corazón y pulmón. En 2005, en Francia se realizó el primer trasplante parcial de cara a una francesa que fue mordida por su perro. Cinco años después, en Barcelona se practicó el primer trasplante total de un rostro. La operación duró veinticuatro horas.
Además del rechazo crónico, la escasez de órganos dificulta muchos trasplantes. Cada vez más pacientes entran en las listas de espera en el mundo. Los desarrollos más prometedores de los últimos años provienen de investigaciones con células modificadas y de la bioimpresión 3D, que posibilitan aventurar que en el futuro los órganos puedan ser reemplazados con tejido artificial creado en laboratorios.
Fuentes: INCUCAI (Instituto Nacional Central Único Coordinador de Ablación e Implante). CUCAIBA (Centro Único Coordinador de Ablación e Implante Provincia de Buenos Aires).