Los hallazgos premiados por la Academia Sueca fueron clave en un proceso de investigación y desarrollo que permitió, en los últimos años, llegar a una tasa de curación superior al 95%.
La hepatitis C es una enfermedad potencialmente grave, que puede llevar a la cirrosis y al cáncer hepático. Y es también una enfermedad silenciosa: en el país se calcula que están infectadas 400.000 personas y son más de 70 millones en el mundo, pero la mitad no sabe que vive con el virus. No existe vacuna contra el virus de la hepatitis C (VHC), pero en los últimos años la aparición de nuevos tratamientos cambió el paradigma de esta patología, que hoy puede curarse. Las investigaciones de tres científicos que permitieron primero la identificación del virus llevaron con el tiempo a este escenario alentador y fueron reconocidas con el Premio Nobel de Medicina de este año.
La Academia Sueca premió al estadounidense Harvey Alter, quien en 1970 identificó un virus que causaba hepatitis crónica y que no era ni el A ni el B. En 1989, el británico Michael Houghton logró la secuencia genética del virus de la hepatitis C. Años después, el también estadounidense Charles Rice sumó la evidencia final de que este virus podía causar solo la hepatitis y sus investigaciones de cómo se replicaba condujeron al descubrimiento de estos tratamientos revolucionarios a principios de la década pasada.
Estos hallazgos, dijo el jurado, “son un logro histórico en la batalla contra las enfermedades virales. Gracias a sus descubrimientos, ahora se dispone de análisis de sangre altamente sensibles para el virus y éstos esencialmente han eliminado la hepatitis postransfusional en muchas partes del mundo, mejorando enormemente la salud mundial. También permitieron el rápido desarrollo de medicamentos antivirales dirigidos contra la hepatitis C”.
La Academia destacó que “por primera vez en la historia, la enfermedad ahora se puede curar, lo que aumenta las esperanzas de erradicar el virus de la hepatitis C de la población mundial”, aunque advirtió que para lograr este objetivo se requieren aún “esfuerzos internacionales para facilitar los análisis de sangre y hacer que los medicamentos antivirales estén disponibles en todo el mundo”.
Un ejemplo de la innovación farmacéutica
Luego de la identificación del virus en 1989, los primeros tratamientos del VHC a comienzos de los 90 fueron terapias basadas en interferón alfa que lograban una eliminación del virus en menos del 10% de los pacientes. A mediados de la década, el manejo de interferón más ribavirina consiguió una respuesta viral sostenida en el 30-40% de los pacientes, pero sólo en algunos genotipos.
El camino de investigación y desarrollo siguió adelante. Poder comprender los mecanismos del virus de la hepatitis C permitió identificar dianas en puntos concretos de su ciclo vital y así desarrollar nuevos agentes antivirales de acción directa (AAD), orales y libres de interferón, que impiden la replicación del VHC y que en los últimos años lograron una verdadera revolución en el abordaje de esta enfermedad.
Los AAD pangenotípicos, que cubren distintos genotipos del VHC, pueden curar más del 95% de los casos de infección, y en varias cohortes de pacientes llegar al 100%. Además, redujeron la duración del tratamiento a entre 8 y 12 semanas y reportaron mejor seguridad y tolerabilidad que los anteriores, evitando muchos efectos adversos e interacciones medicamentosas.
Por estos resultados, que reducen significativamente el riesgo de muerte por cáncer de hígado y cirrosis, la Organización Mundial de la Salud recomienda el tratamiento con AAD pangenotípicos en toda persona de más de 18 años con infección crónica por el VHC.
Sin embargo, el acceso a estas terapias innovadoras para todos los pacientes que las necesitan es aún limitado, por eso el organismo de Naciones Unidas remarcó que la eliminación de las hepatitis víricas es un problema de salud pública y fijó como meta la reducción de nuevas infecciones en un 90% y de la mortalidad en un 65% para 2030.
Nobel Prize, Organización Mundial de la Salud, El valor del medicamento desde una perspectiva social en Argentina y países de su entorno (Fundación Weber), Asociación Catalana de Pacientes Hepáticos