Un mito que desde hace algunos años viene tomando fuerza entre algunos sectores de la población, es el que sostiene que las vacunas no son efectivas, sino apenas un negocio de laboratorios y empresas farmacéuticas. Sin embargo, basta mirar algunas estadísticas para ver que tales afirmaciones carecen de todo sustento. Veamos algunos ejemplos al respecto.
El sarampión, una enfermedad viral altamente transmisible es, desde hace por los menos tres años, uno de los ejemplos más claros de cómo la caída en las coberturas de vacunación se traduce en un aumento en la incidencia de la enfermedad.
Con la introducción de la vacunación y su aplicación generalizada a partir del año 1963, se produjo una disminución real y permanente en la cantidad de casos de sarampión, una enfermedad para la que no hay tratamiento. De acuerdo con el Centros para la Prevención y el Control de Enfermedades de los Estados Unidos (CDC), para lograr una correcta inmunización, se deben recibir dos dosis de la vacuna después del año de vida.
Sin embargo, y desde que el movimiento antivacunas comenzó a ganar espacios a partir de la publicación en 1998 de estudios científicos (que luego fueron contundentemente desacreditados por la comunidad científica internacional), la incidencia del sarampión aumentó a nivel mundial.
La Organización Mundial de la Salud (OMS) informó que en 2018 se registraron casi 350.000 casos de sarampión en todo el mundo, más del doble que en 2017.
La OMS estima que, a nivel mundial, apenas alrededor del 85% de las personas recibió una primera dosis de vacuna y de ellos, solo el 67% fue inoculada una segunda vez, que es lo que permite lograr inmunidad completa.
Para detener la transmisión amplia del virus que causa la enfermedad, es necesario inmunizar al 95% de las personas, debido a que el sarampión es altamente transmisible a través de vía aérea y por contacto directo con alguien que lo tiene.
Otras enfermedades prevenibles por vacunación muestran un patrón de comportamiento más o menos similar en cuanto a brotes post caída de las coberturas. Cuando bajan las coberturas no se logra lo que se conoce como “inmunidad del rebaño”, que implica interrumpir la circulación del virus y preservar a aquellas personas que por cuestiones de salud no pueden vacunarse.
Otro ejemplo de cómo las bajas coberturas de vacunación impactan directamente en la aparición de las enfermedades es lo que viene sucediendo en Venezuela con un brote de difteria que se inició en julio de 2016 y aún no pudo ser controlado. El país latinoamericano llevaba 24 años con esa enfermedad bajo control. Las bajas en las coberturas –en este caso derivada de una crisis económica- sirvieron de caldo de cultivo para la reaparición de la difteria, una enfermedad que tiene una tasa de mortalidad de 10% en adultos y 20% en niños. Desde julio de 2016 hasta marzo de 2019 se reportaron más 2.700 casos sospechosos, de los cuales se confirmaron unos 1.600, con 280 fallecidos, según datos de OPS.
En la década del 90 tras la caída de la ex Unión Soviética, las bajas coberturas primaria para niños y la falta de vacunas de refuerzo para adultos en el caso de la difteria provocaron un aumento de 839 casos en 1989 a casi 50.000 casos y 1.700 muertes en 1994. Hubo al menos 20 casos importados en Europa y dos en ciudadanos estadounidenses que habían trabajado en el país.
Otro ejemplo de cómo las bajas coberturas de vacunación impactan directamente en la aparición de las enfermedades es lo que viene sucediendo en Venezuela con un brote de difteria que se inició en julio de 2016 y aún no pudo ser controlado. El país latinoamericano llevaba 24 años con esa enfermedad bajo control. Las bajas en las coberturas –en este caso derivada de una crisis económica- sirvieron de caldo de cultivo para la reaparición de la difteria, una enfermedad que tiene una tasa de mortalidad de 10% en adultos y 20% en niños. Desde julio de 2016 hasta marzo de 2019 se reportaron más 2.700 casos sospechosos, de los cuales se confirmaron unos 1.600, con 280 fallecidos, según datos de OPS.
En la década del 90 tras la caída de la ex Unión Soviética, las bajas coberturas primaria para niños y la falta de vacunas de refuerzo para adultos en el caso de la difteria provocaron un aumento de 839 casos en 1989 a casi 50.000 casos y 1.700 muertes en 1994. Hubo al menos 20 casos importados en Europa y dos en ciudadanos estadounidenses que habían trabajado en el país.
Organización Mundial de la Salud, OMS. Centers of Disease Control and Prevention, CDC.