Además de aumentar la tendencia a la violencia y propiciar accidentes viales, el consumo produce efectos de largo plazo. Causa muerte neuronal y facilita la adicción en la adultez.
Actualmente, la edad de iniciación en la ingesta de alcohol está por debajo de la legal, y se ubica entre los 8 y los 12 años, algo que está muy lejos de ser inocuo para la salud. Aunque se suele suponer que los riesgos del consumo de alcohol por parte de niños y adolescentes son más o menos los mismos que para los adultos, investigaciones científicas han demostrado a lo largo de los últimos años que los peligros del consumo de alcohol entre los jóvenes son mayores. Y es que durante la adolescencia, en comparación con la edad adulta, el organismo es relativamente insensible a los efectos sedativos y en ocasiones aversivos del alcohol. Los sentimientos de depresión, paranoia y ansiedad, malestar gástrico, hipotermia, falta de coordinación motora e inducción del sueño, típicos entre los adultos, no aparecen con intensidad entre los más jóvenes, que entonces siguen bebiendo sin freno.
A este consumir casi ilimitadamente, se suma que niños y adolescentes son más sensibles a los efectos que refuerzan el consumo, como la sensación de placer, la disminución de inhibiciones y el hecho de que la interacción social se ve facilitada por el alcohol. Comparados con las personas adultas, los adolescentes sufren más alteraciones cognitivas luego de consumir alcohol y eso hace que sean menos capaces de emitir juicios objetivos sobre las consecuencias del consumo, y de regularlo. Para completar el cuadro problemático, investigaciones recientes también sugieren que el alcohol tiene efectos neurotóxicos en el cerebro adolescente, particularmente en las áreas involucradas en el control de impulsos.
Es así como el consumo de alcohol entre los más jóvenes está asociado, y lo muestran investigaciones realizadas en diversos y muy diferentes países del mundo, a una mayor cantidad de accidentes fatales, una tasa más elevada de violencia, un incremento en el comportamiento sexual de riesgo, bajo rendimiento escolar e incremento de comportamientos suicidas.
La gravedad de la situación es que, además de los efectos agudos que provoca el exceso de alcohol entre los más jóvenes, hay consecuencias de largo plazo más graves aún. El consumo excesivo de alcohol en la adolescencia influye en el desarrollo de la estructura del cerebro: durante la niñez el cerebro se centra principalmente en el crecimiento y la generación de nuevas células y en la adolescencia, en la creación de nuevas vías neuronales. Estas nuevas vías neuronales ayudan a relacionar la información con diferentes partes del cerebro. Beber durante la adolescencia reduce, de acuerdo con la evidencia científica, la capacidad de completar tareas relacionadas con la memoria e incluso puede afectar el desarrollo de las regiones frontales del cerebro.
Los expertos han comprobado que existe una relación significativa, positiva y lineal entre la edad de inicio al consumo de alcohol y la probabilidad de ser diagnosticado con abuso y dependencia hacia el alcohol: cuanto más temprano se empieza a beber, mayor es la posibilidad de que haya abuso y dependencia en la vida adulta. Una investigación realizada en la provincia de Jujuy con chicas y chicos de entre 12 a 17 años detectó la presencia de síntomas de dependencia hacia el alcohol en el 12% de las mujeres y en el 19% de los varones.
En los adolescentes, la capacidad del organismo para metabolizar el alcohol está todavía inmadura, y como los consumos no suelen ser constantes sino que se dan en momentos pico (sobre todo a lo largo de los fines de semana), los chicos y chicas pueden correr el riesgo de alcanzar concentraciones de alcohol en sangre capaces de inducir neurotoxicidad o daño y muerte neuronal. Un trabajo realizado por investigadores argentinos observó una significativa muerte de neuronas en la amígdala central, área asociada al procesamiento del miedo, luego de la administración de una dosis relativamente elevada de alcohol.
Sin embargo, el consumo de alcohol adolescente sigue en aumento. En la Argentina, un estudio realizado hace trece años entre jóvenes de 14 a 17 años de todo el país indicaba que el 61% había ingerido alcohol alguna vez en la vida, y que algo menos de la mitad había consumido en los últimos 30 días. Unos años más tarde, el relevamiento argentino de estudiantes de enseñanza media mostraba que el 72,3% de los sujetos de 14 a 18 años había consumido alcohol alguna vez en la vida.
El consumo de alcohol en niños preadolescentes también es alto. Un estudio hecho en la ciudad de Córdoba, en el 2013, encontró que el 47% de los niños de 8-9 años ya había tenido acceso al menos una vez a sorbos de alcohol de bebidas como vino o cerveza. Y el 82% de los niños de 12 años ya habían probado alcohol alguna vez.
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