Hay un número incalculable de bacterias en el mundo, pero solo algunas son peligrosas para el ser humano. Nuevos desarrollos farmacéuticos buscan combatir a las que se hicieron resistentes a los antibióticos.
Las bacterias son la forma de vida más antigua y extendida que se conoce. Están por todas partes: en el aire, el agua, la tierra, los seres vivos. Y lo más sorprendente es que el cuerpo humano tiene 10 veces más células bacterianas que células humanas.
Se estima que el cuerpo humano tiene cerca de 37 billones (millones de millones) de células corpóreas y por cada una de ellas hay cerca de 1,3 bacterias, es decir, unos 48 billones de bacterias. Todo esto sin contar el número de virus, que ronda en unos 60 billones y los varios miles de millones de hongos y millones de ácaros que habitan en el organismo.
Todos estos microorganismos que colonizan el cuerpo humano constituyen lo que se denomina microbiota -la más estudiada es la intestinal-, que en condiciones normales cumple funciones que ayudan en muchos procesos del metabolismo o protegen al organismo de la acción de otros microorganismos que sí podrían resultar dañinos.
Las bacterias son microorganismos compuestos por una sola célula, obtienen sus nutrientes del ambiente en el que viven y tienen la capacidad de crecer y reproducirse por sí mismas cuantas veces sean necesarias. Cuentan con mecanismos que las vuelven muy resistentes y, por eso, pueden sobrevivir a temperaturas extremas y durante largos períodos de tiempo fuera de otros organismos.
Bajo un microscopio, se ven como pelotas, varas o espirales y son hasta 100 veces más grandes que los virus, teniendo en cuenta que en ambos casos son imperceptibles al ojo humano y sólo se detectan a través de un microscopio especial.
¿Todas las bacterias son dañinas?
En el siglo XIX, cuando se descubrieron los primeros microorganismos causantes de enfermedades, se estableció una sinonimia entre microbio y enfermedad. Pero, tiempo después, la microbiología contemporánea logró demostrar que el 99,9% de los microorganismos son beneficiosos o indiferentes para la vida de los humanos.
La mayoría de las bacterias no hacen daño: menos del 1% de ellas causa enfermedades. Por cada bacteria dañina hay billones útiles: algunas ayudan a digerir la comida, destruir células causantes de enfermedades y suministrar vitaminas al cuerpo. Inclusive, algunos tipos de bacterias son utilizados para fabricar medicamentos o vacunas que salvan vidas.
Existen bacterias perjudiciales para los humanos y su resistencia a los antibióticos se acentuó durante la pandemia de Covid-19.
Las bacterias infecciosas se reproducen rápidamente dentro del cuerpo y pueden provocar enfermedades como las caries, las infecciones del tracto urinario, de oído o la faringitis estreptocócica, entre otras. Entre las bacterias que causan infecciones se incluyen, por ejemplo, el estreptococo, el estafilococo y la escherichia coli.
La amenaza de la resistencia antimicrobiana
Si el origen de la enfermedad es bacteriano y se dispone de un antibiótico adecuado, el tratamiento es relativamente asequible y completando el esquema de tratamiento, se suele volver a un estado normal en pocos días o semanas. El lado preocupante es que la resistencia antimicrobiana (RAM) se convirtió en una de las amenazas más severas que enfrenta hoy la salud a nivel global.
Cuando los agentes patógenos se hacen resistentes a los fármacos, es más difícil controlar las infecciones, con el consiguiente impacto a nivel sanitario y económico. Se calcula que cada año mueren 700.000 personas víctimas de microorganismos resistentes a los antibióticos. Según predijo la Organización Mundial de la Salud (OMS), si nada cambia, de aquí a 2050 la cifra alcanzará los 10 millones de muertes anuales.
Durante la pandemia de coronavirus, esta resistencia se acentuó. Expertos en salud pública de todo el mundo alertan sobre esta creciente amenaza y coinciden en la necesidad de minimizar la prescripción inadecuada de antibióticos para frenar la propagación de estos patógenos rebeldes, a veces mortales.
Nuevos desarrollos
Existen actualmente desarrollos avanzados que se centran en la producción de bacteriófagos (también llamados fagos, del griego ‘alimento’, ‘ingestión’): son virus que infectan exclusivamente a las bacterias. Cuando los fagos entran en contacto con las bacterias, les inyectan ADN y se replican dentro de ellas. Pronto, las acumulaciones de virus estallan para infectar a más bacterias.
También en junio pasado investigadores de la Universidad de Tel Aviv, Israel, presentaron el desarrollo de un proceso mediante el cual los virus “buenos” pueden atacar los sistemas de las bacterias “malas”. El método descubierto podría, a su vez, destruir y afectar la capacidad de reproducción de las bacterias al bloquear el mecanismo de replicación del ADN de la bacteria sin dañar el suyo propio, distinguiendo los virus buenos de las bacterias malas.
Organización Mundial de la Salud (OMS); Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC, por sus siglas en inglés); CDC Mayo Clinic; MedlinePlus, servicio informativo de la Biblioteca Nacional de Medicina de Estados Unidos (NLM, por sus siglas en inglés).