Por efecto de la pandemia y la cuarentena, las tasas de vacunación están en descenso en todo el mundo y también en Argentina. Los peligros de postergar una medida preventiva clave.
En términos de vidas salvadas y de beneficios económicos, la vacunación es una de las estrategias sanitarias más efectivas. Sin embargo, al igual que el diagnóstico y tratamiento de las enfermedades no transmisibles, la prevención de las enfermedades infecciosas se está viendo jaqueada por el coronavirus. Así lo advirtieron la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF), que mostraron cómo un número significativo de bebés y niños no están siendo vacunados como consecuencia de la pandemia.
Recientemente, Argentina cerró su peor brote de sarampión en dos décadas. El sarampión es, justamente, una enfermedad que ha resurgido en muchos países por el descenso de la tasa de vacunación. Potencialmente muy grave –incluso puede causar la muerte-, puede evitarse con la vacuna triple viral.
No obstante, a nivel global la tasa de aplicación de la primera dosis de la vacuna contra el sarampión y de la triple bacteriana, que previene difteria, tétanos y tos convulsa, se había estancado en el 85% en la última década. Este escenario se ha visto significativamente agravado en el contexto del Covid-19.
De acuerdo con un nuevo informe que difundieron la OMS y UNICEF, sólo entre enero y abril de este año se administraron 1,4 millón menos dosis de la triple bacteriana en comparación con el mismo período de 2019, lo que indica un “descenso sustancial” en la cantidad de niños que completaron las tres dosis requeridas de la vacuna.
En Argentina, el Observatorio de la Deuda Social de la Universidad Católica Argentina (UCA) relevó que, sólo en el área metropolitana, en el 22% de los hogares con niños, los adultos demoraron la vacunación de al menos uno de sus hijos por la cuarentena y el 44% postergó las visitas de control preventivas.
Las causas
Las razones de esta caída en las tasas de vacunación están, en primer lugar, vinculadas con las mismas causas que han hecho descender las consultas médicas, pruebas diagnósticas y tratamientos de diversas enfermedades.
Así, por ejemplo, por la pandemia al menos 30 campañas de vacunación contra el sarampión se cancelaron o podrían cancelarse, lo que eleva el riesgo de nuevos brotes de esta enfermedad.
Además, una encuesta llevada adelante también por UNICEF, la OMS, GAVI y el Instituto de la Vacuna Sabin, en junio, encontró que, en los casos en que estos servicios estaban activos, muchos padres habían postergado la vacunación obligatoria de sus hijos por temor a contraer el virus.
Al mismo tiempo, un tercio de los encuestados puntualizó otros problemas como limitaciones en el transporte público, cuestiones económicas y otras medidas asociadas al aislamiento y la cuarentena. Pero también hubo reducciones en los servicios de inmunización, negativas del personal sanitario a vacunar por el temor a contagiarse ellos o dificultad de prestar servicios también por las restricciones de circulación.
Mirar al futuro
El impacto de estas cifras puede ser impredecible. El mismo informe señala, a partir de estudios anteriores que se realizaron en países que atravesaron epidemias de magnitud menor que esta crisis global- que la recuperación puede ser rápida, pero que también puede llevar mucho tiepo volver a los niveles de inmunización previos.
También recuerda un puñado de datos que grafican la importancia de actuar rápido y eficientemente para ganar el tiempo perdido en estos meses de pandemia. Volviendo al sarampión, la vacunación evitó más de 23 millones de muertes de niños en los últimos 20 años. Y por cada dólar invertido en inmunización entre 2011 y 2020 hubo un retorno de 26 dólares a lo largo de la vida de un niño en ahorros de costos sanitarios directos e indirectos.
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Toda esta información tiene por objetivo contribuir a la concientización y al conocimiento por parte de la comunidad sobre diversos temas vinculados al cuidado de su salud. Sin embargo, bajo ningún punto de vista intenta reemplazar el diálogo médico-paciente, que es uno de los espacios más valiosos para conocer en profundidad sobre éste y muchos otros temas, preservar la salud como estado de bienestar general, prevenir el desarrollo de enfermedades, acceder al adecuado diagnóstico de determinados cuadros e iniciar el tratamiento que el profesional de la salud sugiera y consensue con el paciente.