Depresión, ansiedad, insomnio e irritabilidad son los trastornos que han marcado los tiempos de COVID-19 y constituyen una de las consecuencias más graves que ha dejado la pandemia.
Se calcula que una de cada cuatro personas en el mundo sufre algún tipo de trastorno mental y la Organización Mundial de la Salud (OMS) identifica a ese tipo de enfermedades entre las más incapacitantes del mundo occidental. Para el año 2030, la depresión será la principal causa de discapacidad.
Las emergencias de salud pública pueden afectar la salud, la seguridad y el bienestar tanto de las personas (causando, por ejemplo, inseguridad, confusión, aislamiento emocional y estigma) como de las comunidades (debido a pérdidas económicas, cierres de escuelas y trabajos, y recursos inadecuados para servicios médicos).
Estos efectos pueden traducirse en una variedad de reacciones emocionales (como angustia o condiciones psiquiátricas), comportamientos poco saludables (como el abuso de sustancias) e incumplimiento de las directivas de salud pública (como el confinamiento en el hogar y la vacunación) en personas que desarrollan la enfermedad y en la población general.
Una extensa investigación en salud mental en desastres ha establecido que la angustia emocional es omnipresente en las poblaciones afectadas, y la pandemia por Covid-19 está contribuyendo a aumentar los problemas. Una revisión reciente de las secuelas psicológicas en muestras de personas en cuarentena y de proveedores de atención médica reveló que hay numerosos factores emocionales que han empeorado con esta pandemia.
Los trastornos agravados por la pandemia
Estrés, depresión, irritabilidad, insomnio, miedo, confusión, ira, frustración, aburrimiento y estigma asociado con la cuarentena son algunos de los cuales persistieron después de que levantada la misma en diversos países.
Los factores estresantes específicos incluyeron una mayor duración del confinamiento, tener suministros inadecuados, dificultad para obtener atención médica y medicamentos, y las pérdidas financieras resultantes.
Con el transcurso del tiempo, se ha observado un patrón común y es el incremento de los casos o síntomas asociados al trastorno de ansiedad y depresión debido a la falta de actividad y/o distracciones.
“El 40% de la población presenta síntomas leves de ansiedad, el 12% moderados y el 4% graves. En cuanto a la depresión, el 29% presenta síntomas leves, el 9% moderados y el 5% graves”, explica Eduard Vieta, Jefe de Servicio de Psiquiatría y Psicología del Hospital Clínic de Barcelona (España).
Las personas con depresión son una de las poblaciones más afectadas con la cuarentena y el aislamiento social, y la disminución de la actividad física generó alteraciones del ritmo circadiano y reducción en la adherencia a los tratamientos, tanto de tipo farmacológico como psicológicos.
De hecho, una encuesta hecha por la OMS en 130 países muestra que la pandemia de Covid-19 ha interrumpido o detenido los servicios críticos de salud mental en el 93% de los países de todo el mundo, mientras que la demanda de tratamientos para la salud mental está aumentando.
Los países informaron que ha habido una interrupción generalizada de muchos tipos de servicios críticos de salud mental. Más del 60% reportó haber sufrido parates en los servicios de salud mental para personas vulnerables, incluidos niños y adolescentes (72%), adultos mayores (70%) y mujeres que requieren servicios prenatales o posnatales (61%).
Además, el 67% vio interrupciones en las actividades referidas a las sesiones de psicoterapia y al asesoramiento en temas de salud mental; 65% dijo que disminuyó la concurrencia de las personas con trastornos mentales a servicios críticos de reducción de daños, y el 45% redujo su adherencia a los tratamientos contra la dependencia de opioides.
La situación en el mundo
Más de un tercio de los países encuestados dijo que hubo, además, una gran reducción en las intervenciones de emergencia, incluidas aquellas para personas que experimentan convulsiones prolongadas, síndromes severos de abstinencia por uso de sustancias, y delirio.
El 30% admitió tener complicaciones en el acceso a medicamentos para trastornos mentales, neurológicos y por uso de sustancias.
Alrededor de las tres cuartas partes informaron al menos frenos parciales de los servicios de salud mental en la escuela y el lugar de trabajo (78% y 75%, respectivamente).
A todo esto, se suma que la enfermedad Covid-19, en sí misma, puede desencadenar complicaciones neurológicas y mentales, como delirio, agitación y accidentes cerebrovasculares (ACV).
Las personas con trastornos mentales, neurológicos o por uso de sustancias que ya los tenían antes de la pandemia también son más vulnerables a la infección por SARS-CoV-2, y eso hace que puedan derivar en cuadros más severos de la enfermedad.
Por eso, y aunque poco se esté hablando del cuidado de la salud mental en medio de esta pandemia, hoy es fundamental, como siempre que una catástrofe cambia la cotidianeidad de miles de millones de seres humanos.
Toda esta información tiene por objetivo contribuir a la concientización y al conocimiento por parte de la comunidad sobre diversos temas vinculados al cuidado de su salud. Sin embargo, bajo ningún punto de vista intenta reemplazar el diálogo médico-paciente, que es uno de los espacios más valiosos para conocer en profundidad sobre éste y muchos otros temas, preservar la salud como estado de bienestar general, prevenir el desarrollo de enfermedades, acceder al adecuado diagnóstico de determinados cuadros e iniciar el tratamiento que el profesional de la salud sugiera y consensue con el paciente.
Fuentes: OMS, The impact of COVID-19 on mental, neurological and substance use services, 2020. Betty Pfefferbaum, M.D., J.D., and Carol S. North, M.D., M.P.E.. Mental Health and the Covid-19 Pandemic, N Engl J Med 2020; 383:510-512. DOI: 10.1056/NEJMp2008017