Salvan millones de vidas cada año, pero aún existen creencias erróneas sobre su seguridad, eficacia y aplicación.
1. Es mejor la inmunidad que proporciona haber tenido una enfermedad que la que dan las vacunas. Es cierto que tener una enfermedad viral provoca una inmunización natural contra ese virus, pero una infección conlleva riesgos de complicaciones que en algunos casos pueden ser muy severas, como defectos congénitos en la rubéola e incluso la muerte en el sarampión. Las vacunas crean una respuesta inmune similar a la infección, pero no provocan la enfermedad y, por ende, no conllevan sus riesgos.
2. Si me vacuno contra la gripe, voy a tener síntomas igual. La vacuna de la gripe no causa gripe. Lo que ocurre es que hay muchos virus respiratorios que provocan resfríos (para los que no hay vacunas) que pueden producir síntomas compatibles.
3. Si hay resfrío o diarrea, no se puede vacunar. Estos síntomas no impiden que un niño reciba las vacunas indicadas por calendario, lo mismo que si está tomando antibióticos
4. Las vacunas que se dan en sanatorios y vacunatorios privados son mejores que las de hospitales y centros públicos. Las vacunas que se administran en el sector privado cumplen con las mismas regulaciones y controles de la ANMAT que las del ámbito público y son igual de efectivas y seguras.
5. No me tengo que vacunar contra enfermedades que ya no hay en mi país. Justamente por la vacunación, muchas enfermedades inmunoprevenibles graves se eliminaron o se volvieron muy poco frecuentes en la mayoría de los países. Pero como bien demostró la expansión del coronavirus, en un mundo interconectado como el actual, los virus se expanden más allá de las fronteras geográficas. Otro ejemplo es el del sarampión, una enfermedad que había sido controlada en Argentina y de la cual hoy se vive el brote más severo en dos décadas.
6. Con buenas condiciones de higiene no es necesario vacunarse. El acceso al agua potable y a condiciones de saneamiento ayudó significativamente a controlar las enfermedades infecciosas, pero no es suficiente para prevenirlas. Con la gripe y los virus respiratorios, por ejemplo, el lavado eficiente de manos es una medida de prevención muy importante, pero no garantiza la inmunidad frente a los agentes patógenos.
7. Recibir más de una vacuna al mismo tiempo es perjudicial. Cada vacuna estimula solo una parte de nuestro sistema inmune, por lo cual recibir más de una al mismo tiempo no va a “sobrecargar” su funcionamiento ni producir otros efectos. Administrar vacunas de forma simultánea es más eficiente porque reduce las visitas al médico y el tiempo de consulta, y también las molestias que pueden sufrir especialmente los niños en la aplicación.
8. Las vacunas tienen compuestos peligrosos. El tiomersal o timerosal es un conservante que contiene mercurio y se incorpora a ciertas vacunas porque resulta indispensable para garantizar su esterilidad. Es frecuentemente cuestionado por los movimientos antivacunas, pero las dosis que se utilizan son mínimas y no hay ninguna evidencia científica de riesgos potenciales para la salud.
9. Las vacunas causan autismo y enfermedades a largo plazo. Es uno de los argumentos más extendidos por los antivacunas, que se basa en un controversial paper publicado en 1998 por The Lancet sobre la triple viral, que fue posteriormente retirado por la revista científica por sus irregularidades. Tampoco existe ninguna evidencia que vincule a las vacunas con los trastornos del espectro autista ni con ninguna otra condición o patología severa. Las vacunas atraviesan por exhaustivos controles de las autoridades sanitarias antes de su aprobación y son también sometidas a una rigurosa farmacovigilancia.
10. Vacunarse es una decisión personal. Es cierto, pero solo en parte, porque las vacunas incluidas en el calendario de inmunizaciones son OBLIGATORIAS, porque es una cuestión de salud pública, dado que esa decisión personal tiene un impacto colectivo. Aquí entra en juego el concepto de “efecto rebaño”: si un niño de una comunidad no está vacunado pero todos los demás sí, se limitará la expansión de la enfermedad, lo que no ocurrirá si son varios los que no se inmunizaron. Es por eso que las vacunas de calendario son obligatorias.
Organización Mundial de la Salud, Ministerio de Salud, Fundación Huésped, Sociedad Argentina de Vacunología y Epidemiología, Sociedad Argentina de Pediatría, UNICEF.